domingo, 19 de junio de 2016

Akela

Ayer fui con mi padre a uno de los centros comerciales que salpican Madrid, a que nos diera un poco "el aire" y hacer alguna compra. Estos lugares serían hoy, en los albores del siglo XXI, y salvando una triste distancia cultural y biológica, como aquel poyete en la plaza del pueblo, o como el "roquedal del consejo" donde la manada de lobos celebraba sus asambleas. Y digo triste por esa nueva manera que tenemos los monos desnudos de relacionarnos con el resto de congéneres. Muy poco que ver con nuestros homínidos orígenes.
Comimos, bebimos, conversamos... y cuando de camino hacia la tienda de ropa pasamos frente a las taquillas del cine, en lugar de continuar pasillo arriba decidimos entrar a ver la nueva versión de la novela de Kipling
"Esta es la Ley de la Jungla -tan antigua y cierta como el cielo; prosperará el Lobo que la cumpla. Mas el Lobo que la transgreda habrá de morir. Igual que trepa la hiedra alrededor del tronco del árbol, la Ley avanza y retrocede- pues el Lobo es la fuerza de la Manada y la fuerza del Lobo está en la Manada..."

 Y bien por los tiempos que me tocan de lobo dispersante, bien por la carga emocional que subyace en esta historia, tuve que enjugarme las lágrimas cada pocas secuencias de esta cinta a priori para niños.
Allí estaban Akela y Raksha, la noble pareja alfa protegiendo a la manada sin condiciones. Allí también Bagheera y Baloo con sus roles humanizados, ocupando su lugar en la educación de Mowgli y en el resto de niños del patio de butacas. Al igual que Kaa y Shere Khan jugando un papel de proscritos que jamás existió en la cadena trófica. 

Cada persona, humana o no humana, se sirve de un lenguaje de diferentes sonidos, gestos y a veces símbolos. Todos para comunicarse. Desde el primer día de vida en el planeta azul, hemos prosperado todas y todos, desde las procariotas hasta el astronauta que hollará pronto la superficie de Marte, gracias a la interacción con nuestros compañeros de viaje.
Y esta película infantil en la que lobos, osos y panteras hablaban el mismo idioma que la señorita del punto de información de ahí fuera, es un buen ejemplo de esa comunicación. Actualmente denominada "Educación Ambiental".
Casi me molesta el término, pues la considero una redundancia. Es decir, si la educación recibida por cualquier cachorro de esta Tierra no es en primer lugar "ambiental", ciertamente no es educación sino propaganda local, como bien comenta el oso pardo Baloo en una de sus mejores frases. 

Cada mono tiene su biología y sus preferencias. Y aunque si bien la mía comulga más con la de los cánidos sociales que con la de los solitarios félidos, cada día que pasa admiro más y más a ambos. Igual que a todos los personajes que aparecen en la peli, incluso me atrevo a decir que también a los humanos, justo hasta el día que descubrieron la "flor roja"... 












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