Un minuto ha bastado para no poder reprimir las lágrimas de felicidad, al saber que sólo hace falta sentarse y parar un minuto para volver a conectar con quién realmente eres y que se fue difuminando entre tanto ruido exterior.
Lo cierto es que nunca encuentro ese minuto para meditar. Pero con la luz adecuada y el estado de consciencia adecuado, intuyo no existe mejor herramienta para volver a dirigirle la palabra a tu autentico ser, en el único lenguaje que ambos podéis entender.
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